cierto que nos dice que "leía á tropezones, escribía á saltos, embadurnaba lienzos, golpeaba el piano, ras- caba el violín y arañaba el arpa : sabía decir gui en francés, yes en inglés, ya en alemán..." En cuanto á su coquetería, baste saber que, examinada su concien- cia al ser festejada por el barón, sólo le "colocó en el número de sus adoradores, sin darle preferencia, por- que su corazoncito de avellana se estaba tan callado á este respecto como un muerto". Su casamiento se aproximaba, había dicho sí, viendo venir indife- rente los acontecimientos, sin precipitar su desen- lace".
Así casó. Pero, apenas su marido le dio el primer abrazo... "el tufillo á vino que le tomara un día, su- bía hasta su olfato". Y el tal tufillo obliga al marido apenas llegados á la casa nueva, después de la ins- pección de ordenanza, á invitar á su mujer... á cenar: con él hasta que... "tambaleándose, una copa llena en la diestra, que temblaba haciendo correr el líqui- do, se dirigió á Lucía incitándola á que bebiera ; ella, espantada, le rechazó, cayendo la copa sobre el man- tel, donde se hizo trizas..." Y á poco andar, des- pués de horrible lucha, "el velo quedó en girones sobre la alfombra y su blanco traje de desposada manchado por el vómito vinoso del desgraciado!"
... Pero " tenía Lucía demasiado orgullo para con-