duda”. Sin duda, pronto "comenzó la dura tarea de cortejar hermosas, que en unos es un móvil, en otros una distracción y en muchos un oficio; ese diario espionaje, condimentado con posturas sentimentales, miradas de través, suspiros de pesadumbre, saludos de inteligencia y sonrisas de esperanza, duelo ga- lante de dos almas que las conveniencias alejan y la simpatía aproxima y estrecha; trotó calles y plazas, quedó de facción en las esquinas y pasó bajo sus bal- cones, mirando estúpidamente á las estrellas”. En semejante estado de espíritu no es extraño que per- diera un poco su ponderado buen criterio, — pues de este no parece quedarle nada, ni de bueno ni de malo — y se empeña en adorar y perseguir á Lucía, exigiendo de ella explicaciones en la ciudad y en el campo, por doquier la encuentra, hasta donde la más caprichosa de las casualidades los lleva, como en la isla!
El autor mismo se asombra un poco de este su hé- roe que procede- tan singularmente, él, tan serio, tan meticuloso, envuelto en una atmósfera de gra- vedad, de hablar reposado, de genio sombrío”. De ahí que, á renglón seguido,'ante semejante conducta, exclame el novelista : "¿es, pues, necesario, indis- pensable en la vida, pagar tributo al amor?”. Par-
diez! y no á tontas y locas pintó la antigua poesía al