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UNA NOVELA ARGENTINA

ridad que si se tratara de un tablero de ajedrez.

El extranjero habituado á la vida ardientemente sobrexcitada en las grandes ciudades de Europa y Estados Unidos, en las cuales el movimiento jamás cesa, siendo tan activo de noche como de día, si bien ofrece caracteres diversos, se queda asombrado cuando, á la una de la noche, la casualidad ó alguna ocupación le hacen atravesar las calles de Buenos Aires. Ni una alma se vé por ellas á esas horas: sólo el imperturbable vigilante parado en la bocacalle escudriña las puertas en una ú otra dirección.

Los porteños se retiran demasiado temprano á sus casas: no hay, propiamente, vida nocturna en Buenos Aires. Que los mismos que durante el día se afanan y trabajan, no malgasten de noche su tiempo, claro está que á más de sensato es necesario, pero que Buenos Aires carezca de todo ese mundo social curioso que hace de la noche día, es también cosa que no es fácil explicarse. Salvo uno que otro rezagado, y algún par de esos que creen imitar la vida ultramarina, cenando á deshoras de la noche en el único café abierto entonces — la popular Róttsserie; — no se notan ni esas características parejas que se retiran unas furtivamente, encubriendo en el misterio de la hora amores más ó menos puros, otras bu-