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que nos queda de los seres queridos. La nota do- minante allí es la perfecta sinceridad del poeta; siente el lector que' en esos versos palpita el alma de un hombre que ha amado, creído, dudado. Y cuando eso sólo fuera
en sus profundas venas escondido,
sería lo suficiente para demostrar que ese poeta fué alguno^ con personalidad propia, distinta de los de- más.
Adolfo Mitre, desgraciadamente, perteneció al corto número de mortales raros que, como dijo el poeta, parece haberlos dado Dios á la tierra para que desa- parezcan al punto. Y si es cierto que el espíritu de los muertos, según el sentir de los antiguos, vaga siempre cerca de sus despojos terrenales, hagámosle extremecerse de gozo al notar que la memoria de su fugaz existencia vive en nuestro recuerdo, en débil prueba de lo cual apresurémonos solícitos á arrojar flores á manos llenas sobre su tumba.
Octubre 21 de 1887.