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ADOLFO MITRE


á una inspiración no francesa. Se diría como si Heine hubiera sido en alguna parte su modelo, á pe- sar de que no era entonces conocida la magistral traducción de Pérez Bonalde,

Su amor está expresado en la forma sencilla y ar- moniosa que aleja la afectación y la retórica •, se siente que palpita allí un corazón y que no es la ca- beza laque declama. El alma del poeta habla al alma del lector. Y en esto está implicado uno de los mayo- res méritos de Mitre. Jamás descendió á la escuela de la forma por la forma", á pesar de que gustaba hacer gala de teorías paradojales ; aun cuando soste- nía que de la forma nace la idea ", jamás se atre- vió á

Jongler dans un sonnet avec une rime d'or;

adoraba el sentimiento y la idea, y se esforzaba en que el ropaje fuera digno de ella, poseyendo el raro don di parlar largo fiume. Sin embargo, al oirle hu- biérase creído lo contrario, porque su espíritu sútil se complacía á veces en la paradoja, y en celebrar la sonora virtuosité de un Banville, escuela que tan virilmente fustigó Leopardi en aquel verso :

Sdegno il verso che suona e che non crea.

Su espíritu, nutrido con sólida y abundante pre-