sentimiento y las ideas de todos. Por eso encontró un auditorio preparado á escuchar y admirar la ex— presión de lo que todos sentían. Hizo en ello acto de poeta, porque tomando al vuelo la idea que flotaba vagamente en todos los espíritus, su imaginación y su talento la dieron la forma, el colorido, el acento y la vida.
Ese acorde entre el alma del poeta y la nación á que pertenece, ha sido bastante á cimentar la gloria de los grandes poetas. Cierto es que tales poetas enteros, como los llama en alguna parte Heine, son muy contados, y pertenecen á esas épocas poco fre - cuentes, en que los pueblos mantienen aún viva la conciencia nacional por razón de su estado político y social, como sucedió en tiempo de Homero y de Dante. Pero hoy todo es sentimiento y fantasía indi- vidual, pues tanto los grandes poetas de la época moderna (sin excluir al mismo incomparable Goe- the) como los numerosos dii minores de todas las li— teraturas, han cultivado la poesía lírica personal, género que caracteriza al siglo actual. No quiere esto decir que sea menos que otros, pues — como se ha dicho con tanta elocuencia como verdad, — á pesar de la honda división que producen las escue- las filosóficas y sociales y los sistemas políticos en incesante lucha, todavía el placer y el dolor son len-