A otros dejo una gloria en que no se halla
la dulce paz del cuerpo y de la mente,
prefiriendo con ánimo indolente
los blandos linos á la férrea malla.
A pesar de ello, y de que hasta entonces el amor ha-
bía sido su culto dominante, como se ve en sus sen-
tidas Íntimas, su mente se alzaba á grandes alturas
en aquel magnífico canto filosófico que tituló Armo-
nías dedicándolo á Carlos Encina. Pero fiel al esta-
do de su alma, aún en medio del análisis estricto de
las fuentes del arte, su corazón le dictaba la solución
final, exclamando:
Amor, tú solamente
Puedes dar alma y forma á tus ideales,
Darles un rayo de la luz divina,
La divina armonía,
Y formas que en la mente
Dibujó la creadora fantasía.
Amor, tú eres el arte verdadero.
La suprema verdad que el alma anhela,
Y la nota sensible
Que la armonía universal revela.
En toda esa primera parte del libro, sus himnos y
clamores revelan á un espíritu filosófico y no común.
La expresión misma se eleva á la altura del pensa-
miento, y si bien no podría decirse que el autor po-
seía el os magna sonaturum, sin embargo el crítico
más exigente poco tiene que observar.