Su precoz experiencia de la vida la había bebido más en los libros que en los dolores de la existencia diaria, y la serena concepción del deber daba á su conducta un cierto tinte de olímpica serenidad.
Los que al tratarle y apreciarle presentían el fu- turo, se complacían en ver en él una influencia mo- deradora en las luchas políticas del porvenir. Era uno de esos caracteres poco frecuentes, que son de un valor inmenso en países de vida febriciente y donde las pasiones turbulentas de la raza meridional se ha- cen un honor en no sufrir freno alguno. De toda su generación, era Mitre de los pocos que tuvieran aquella cualidad ; su buen criterio nunca lo abando- naba, porque era imperturbable la sangre fría de su carácter. Voltaire ha dicho en alguna parte que pour faire de bons vers, il faut avoir le diable au corps. No era, sin embargo. Mitre de los que tuvie- ran el diable au corps, pero ¿lo tuvo acaso Rubens para llegar á ser un gran pintor ? El famoso flamenco era el hombre más correctamente flemático que es dable imaginar, y con todo sus cuadros son verda- deramente admirables.
Aun en los momentos de mayor expansión, juz- gaba Mitre á hombres y cosas con perfecta serenidad, casi. diría: objetivamente, con una imparcialidad que hacía creer se tratara de algo extraño al mundo