siasmo. Sectario del romanticismo del año 30, era sin embargo admirador de las costumbres pundono- rosas de esa época inolvidable en que se juraba "por Dios, el Honor y la Dama", siendo en su vida un cumplido caballero, esclavo de su palabra, capaz de cualquier sacrificio en aras del deber bien enten— dido.
Hasta en esto se revela su fascinación "hugólatra" por la antítesis. Al mismo tiempo que se conmovía su alma por la lectura de esas páginas terribles de Musset, en que Franck hace sus confesiones horripi- lantemente cínicas, ó en que Octavio se complace en marchitar una á una las ilusiones más puras y más respetables de la vida, y en que la singular y ate- rradora experiencia del autor de Rolla nos hace ro- dar por el abismo más repugnante de la deprava- ción, su inteligencia se embriagaba con la perfección sublime de la forma, y sólo veía al poeta que supo como pocos hacer vibrar las cuerdas más recónditas del alma. De ahí que á pesar de su culto excesivo por Musset, su filosofía fuera diametralmente opuesta, y á la fácil relajación de aquel poeta infortunado, opu- siera el inflexible pundonor de una conducta inta- chable, y la pureza de una conciencia jamás ofendida ni por la sombra siquiera de una máxima inco- rrecta!