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ADOLFO MITRE

juró reprimir una sensibilidad tan humillante. Cum- plió Merimée su palabra : — "estar siempre en guardia contra la expansión, el entusiasmo y la se- ducción, jamás entregarse por entero, reservar siem- pre una parte de sí mismo, no ser engañado ni por otros ni por sí, obrar y escribir como si perpétua- mente se encontrara en presencia de un espectador in- diferente y burlón, ser él mismo ese espectador : he ahí el rasgo que cada vez se grabó más y más en su carácter, hasta dejar una marca indeleble en todas partes de su vida, de su obra y de su talento". ¿Hasta qué punto serán exactas estas palabras apli- cándolas á Mitre ?...

Poeta escrupuloso, amaba demasiado la forma para permitirse el lujo de la facilidad, y su severo criterio le hacía tocar y retocar sus versos, porque ambicio- naba dejarlos pulidos y brillantes, como esas encanta- doras figurinas del Cellini, tan estupendamente cin- celadas.

Discreto hasta en sus momentos de mayor ex- pansión, era escéptico al juzgar al mundo, porque Musset fué su lectura favorita, y el escepticismo del "hijo del siglo " constituía para él un evangelio, aunque nebuloso. Miraba la vida con ojos de filó- sofo, y contenía por ello en sus justos límites todo arranque extremo de pasiones ó de juvenil entu-