García Mérou pertenece á la raza de los “afortu-
nados”, de esos pauci sed selecti de que habla el
poeta antiguo. En alguno de los bellos capítulos de
su último libro, el poeta — porque lo es, aun cuando
emplea la prosa — habla de las hadas y semi-dioses
de las leyendas del Norte: pues bien, en su destino
parece como si alguna de esas poéticas á la par que
poderosas divinidades hubiera decidido velar por su
felicidad. Su vida hasta ahora ha sido una marcha
por sobre rosas, cosechando triunfos y conquistando
simpatías, Véase sino. Sus primeros pasos en la di-
ficil senda literaria fueron protegidos por la previ-
sora égida fraternal, especie de antiguo penate, cuyo
severo buen gusto y sólidas cualidades se han sepul-
tado más tarde en inexplicable mutismo. En el mo-
mento crítico en que, abandonados los estudios aca-
démicos, se encontraba indeciso acerca del rumbo
que debía elegir, la hada que seguramente preside
sus destinos, le deparó la fortuna singular de reco-
rrer el viejo y el nuevo mundo bajo la dirección de
un maestro tan experimentado como hábil; conoció
el mundo, llevado de la mano por aquel seguro guía
con cuya carrera tiene tanto parecido. El gobierno
de su país lo inviste, á su temprana edad, de un
alto cargo diplomático, y en tal carácter frecuenta
sociedades cultísimas en Europa y América. Y sin
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RESEÑAS Y CRÍTICAS