cas ha muerto la maaia del volumen, y cuantos arrepentimientos para el porvenir se crean los jóvenes que, cediendo á una vanidad pueril, se apresuran á coleccionar prematuramente las primeras é insípidas florecencias del espíritu, ensayos en prosa ó verso..."
Pero el Sr. Cané es, á la verdad, un espiritual observador. Véase sino el siguiente chispeante retrato de Diego Fallón, cuyos cantos A las ruinas de Suesca y A la luna son de tan extraordinario mérito. " Figuraos un cabeza correcta, con dos grandes ojos negros, deux trous qui lui vont jusqu'á lâme, pelo negro, largo, echado hacia atrás, nariz y labios finos, un rostro de aquellos tantas veces reproducidos por el pincel de Van Dyck. Un cuerpo delgado, siempre en movimiento, saltando sobre la silla en sus rápidos momentos de descanso. Oidlo, porque es difícil hablar con él, y bien tonto es el que lo pretende, cuando tiene la incomparable suerte de ver desenvolverse en la charla del poeta el más maravilloso kaleidoscopio que los ojos de la inteligencia puedan contemplar... hasta que el reloj dá la hora y el visionario, el poeta, el inimitable colorista, baja de un salto de la nube dorada donde estaba á punto de creerse rey, y toma lastimosamente su Ollendorf para ir á dar su clase de inglés, en la Universidad, en tres ó cuatro colegios y qué sé yo donde más..."