na entre los silbidos de los contrarios y las protestas de los amigos; otros, como el bonapartista Brame, en su fogosa interpelación contra el Ministro del Interior, M. Lepère, dominaban el tumulto; M. Lepère en la tribuna estuvo durante un cuarto de hora sin poder imponer silencio, en medio de una desordenada vociferación de la derecha, y de los aplausos y aprobación de la izquierda, hasta que haciendo un esfuerzo poderoso, gritando como un energúmeno, acalló momentáneamente el tumulto, para apostrofar á la derecha, diciendo: "vociferad, gritad, puesto que las inter- pelaciones no son para vosotros sino pretexto de ruidos y exclamaciones . No bajaré de la tribuna hasta que os calléis!..."
¡Qué tumulto espantoso! Presidía M. Senard, el viejo atleta del foro y del parlamento francés, pero tan viejo ya que su voz débil y sus movimientos penosos eran impotentes : agitaba continuamente una enorme campana (pues no es aquéllo una campanilla ] de plata con una mano, y con la otra golpeaba la mesa con una regla. Los ugieres con gritos estentores de "un poco de silencio, señores — s´il vous plait, du silence" no lograban tampoco dominar la agitación. La derecha vociferaba y hacía un ruido ensordecedor con los pies, la izquierda pedía á gritos: "la censura, la censura". Fué preciso amonestar seria-