Unidos, que hacen abrir tamaños ojos de asombro.
Pero sobre algunas cuestiones tuvo ya el autor un cambio de cartas con el Sr. Pedro S. Lamas, como puede verse en la Revue Sud-Americaine. No volveré, pues, sobre ello, siquiera por el vulgarísimo precepto de non bis in idem.
Imposible me sería analizar con detención todas y cada una de las partes de este libro. Y ya que he dicho con franqueza cuál es la opinión que sobre él he formado, séame permitido ocuparme de algunos de los variadísimos tópicos que han merecido la atención del autor.
Corto es el capítulo que dedica á su estadía en París el Sr. Cané. Y es lástima. En esas breves páginas, hay dos ó tres cuadros verdaderamente de mano maestra. Pero el autor ha sido demasiado parco : su pluma apenas se detiene — la Cámara, el Senado, la Academia : he ahí lo único que ha merecido su particular atención.
Los párrafos dedicados á las Cámaras, son bellísimos: los retratos de Gambetta, de Julio Simón y de Pelletan, perfectamente hechos.
Es, en efecto, en sumo grado interesante asistir á los debates de las Cámaras francesas. Cuando aún