impresiones ; más bien dicho, que no vonviene repe- tirlas. En la existencia del viajero, el recuerdo de una localidad determinada reviste el colorido que le trasmite la edad y el criterio del observador; sí, con el correr del tiempo, regresa y quiere hacer revivir in natura la impresión de antaño, sólo cosechará de- silusiones, porque pasan los años, se modifica el crite- rio y las cosas cambian. Mejor es no volver á ver: conservar la ilusión del recuerdo, que fué una reali- dad. Así se vive doblemente.
El señor Cañé parece tener pocas simpatías por esa vida, quizá porque la encuentra contemplativa, y considera que restringe la acción y la lucha. Error! El viajero, cuyo temperamento lo Hevea la lucha, se servirá de sus viajes para combatir en su puesto, y lo hará quizá con mejor criterio, con armas de mejor precisión que el que jamás abandonó su tertulia sem- piterna !
Es lastima que el autor de En Viaje no tenga el "fuego sagrado" del viajero, porque habría podido llegar al máximum de intensidad en la observación y en la descripción de sus viajes.
No puedo resistir al placer de trancribir algunos párrafos, verdadera excepción en el tono general del libro, y en los que describe á Fort-de-France, en la Martinica: