sidad intelectual siempre aguzada, jamás satisfecha ! No hay nada en el mundo que pueda compararse á la satisfacción de la necesidad de ver y conocer: la impresión es de una nitidez, de una sinceridad, de una fuerza tal, que la descripción que la encarna in- voluntariamente trasmite al lector aquella sensación, y al leer esas páginas parece verdaderamente que se recorren las comarcas en ellas descriptas.
Esa vivacidad de la emoción, ese placer extraordi- nario que se experimenta, lo comprende sólo el via- jero verdadero, el que siente nostalgia de los viajes cuando ne encuentra en su rincón, el que vive con la vida retrospectiva é intensa de los años en que reco- rriera el mundo. Y para un espíritu culto, para una inteligencia despierta y con una curiosidad inquieta, qué maldición es ese don de la pasión de los viajes! El horizonte le parece estrecho cuando tiene que re- nunciar á satisfacer aquella amiga tiránica; la atmós- fera de la existencia rutinaria, tranquila, de esos mil encantos de la vida burguesa, lo sofoca: sueña des- pierto con países exóticos, con líneas, con colores lo- cales, con costumbres que desaparecen, con ciudades que se transforman, con el placer de recorrer el mun- do observando, analizando y comparando ! Y el mal- dito cosmopolitismo contemporáneo, con su furia igualadora, por doquier invade con su sempiterno