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EL LIBRO DE MONSALVE

saronante él dinastías, eminencias, intrigantes, genios y malvados y cómo presenció, lejos de toda lucha y to* da preocupación, triunfos artísticos, catástrofes polí- ticas, luchas fratricidas, revoluciones y restauracio- nes". El modelo es, como se ve, difícil no digode supe- rar, sino de imitar. Quizá para ello estuviera el señor Monsalve en una verdadera imposibilidad» pues para esas verdaderas exhumaciones arqueológicas se necesi- ta haber vivido de la vida de la época pasada que se des- cribe, y pertenecer por lo tanto al número de los que se encuentran en el último tercio de la vida. No se puede, en efecto, hablar de las cosas pasadas con Jos detalles y el colorido de Mesonero Romanos, sino cuan- do se ha visto ó se ha oído lo que se refiere. Ahora bien, el señor Monsalve se encuentra recién en la pri- mavera de la vida, y para desempeñar el papel que se le quiere imponer, ya que le falta la edad, sería forzoso haber llevado la vida portentosa del erudito Menéndez Pelayo, ó realizar la mistificación de Paul Lacroix, quien en sus mocedades logró hacer pasar á su -pseudónimo "Bibliophile Jacob", como si perte- neciera á un sexagenario. Y para esto mismo falta- ríale al señor Monsalve fuentes fidedignas donde be- ber los datos y la erudición necesaria, porque sólo en estos últimos años el doctor José A. Wilde, con su Buenos Aires setenta años atrás, y Víctor Gálvez.