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EL LIBRO DE MONSALVE

multa lo tachará de egoísta, de orgulloso ; ca suma, no pudiendo hacer de él lo que se les antoja, prefie- ren combatirlo con armas vedadas. Julio desde el comienzo hasta el fin del cuento, se conserva lo mis- mo: un hombre frío, apático, egoísta en el fondo de su alma, indiferente, pero cortés y leal "como algo de pasivo y matemático", con arranques infantiles á veces, escéptico pour la pose, y que, conservando siempre la apariencia correcta, poco le importa de las cosas y de los hombres, en tanto no le perturban su tranquila vida diaria.

Tal sería la deducción final de Gris, dado el de- senvolvimiento que su autor desde un principio ha observado. Es cierto que tal no es la conclusión ex- presa del cuento, pero no es menos exacto que es la que lógicamente se desprende de la acción que en él se desarrolla. Se vé, pues, cómo llevando hasta las últimas consecuencias las premisas del cuento, se ob- tiene un resultado que no trepido en clasificar de in- verosímil, y que estoy seguro no ha tenido en vista el autor. La complacencia con que se ocupa de Julio bastaría para demostrarlo. Ni Julio es en el fondo tan egoísta, ni tan indiferente como resultaría serlo, ni parece posible encontrar carácter de ese temple. El análisis está demasiado concretado á las apariencias, pues Julio por el hecho de ser joven, de ser instruido,