Esa poesía conduce pronto al extremo en que el
espíritu más atrevido como el cuerpo más robusto,
concluyen por decir:
Pasad, pasad, mujeres voluptuosas
Con danza y algazara en confusión;
Pasad como visiones vaporosas
Sin conmover ni herir mi corazón!
Y aturdan mi revuelta fantasía
Los brindis y el estruendo del festín
Y huya la noche y me sorprenda el día
En un letargo estúpido y sin fin…
Abreviando estas reminiscencias de la memorable discusión del Circulo Científico Literario , diré que el que esto escribe fué de los que combatieron á como poeta modelo de la juventud, y de los que protestaron contra una escuela literaria cuyo ideal empequeñecía de tal modo las aspiraciones nobles y los sentimientos generosos. Hoy el tiempo ha pasado. Cinco años hace que tuvo lugar aquella polémica. El Circulo no existe ya, y sus socios se encuentran esparcidos á los cuatro vientos: el huracán de la vida ha roto muchas amistades que parecían indisolubles entonces, y ha variado muchas convicciones que se creían firmes como la roca. Pero si se renovaran nuevamente aquella discusión, creería aún hoy como entonces, que lejos de ser Musset el mo-