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Acta Apostolicae Sedis - Comentario Oficial

designar, de entre los mismos Cardenales, a quien presidiría estos estudios; finalmente, la forma de emprender frecuentes misiones sagradas tanto entre los tártaros, los sarracenos y otros infieles, como entre los cismáticos, para volver a la unidad de la Iglesia.

Pero mucho más célebre y más digno de especial mención es aquello que sabemos fue decretado, según se dice por su sugerencia y exhortación[a], en el Concilio Ecuménico de Vienne y promulgado por Clemente V, nuestro predecesor. En él vemos casi esbozado nuestro moderno Instituto Oriental: "Con la aprobación de este Sagrado Concilio, hemos dispuesto que se erijan escuelas de los diversos idiomas que se mencionan a continuación, dondequiera que resida la Curia Romana, así como en las Universidades de París, Oxford, Bolonia y Salamanca, ordenando que en cada uno de estos lugares se tengan profesores católicos con conocimientos suficientes de hebreo, griego, árabe y caldeo; en concreto, dos expertos en cada idioma, para regir allí las escuelas y traducir fielmente los libros de esos idiomas al latín; luego otros enseñarán diligentemente a otros los mismos idiomas y comunicarán con su cuidada enseñanza su perfecto conocimiento de modo que suficientemente instruidos en estos idiomas, puedan producir el fruto esperado por la gracia de Dios, propagando saludablemente la fe entre los mismos pueblos infieles ... "[1].

Y dado que entre los mismos pueblos de Oriente, en aquel tiempo, debido a los disturbios públicos y al derroche de la mayor parte de los medios que podían ayudar a la ciencia, era difícil cultivar las mentes de los estudiosos, por perspicaces que fueran, en disciplinas superiores, sabéis, Venerables Hermanos, cómo Nuestros antecesores cuidaron al máximo para que, si bien las principales universidades de esa época ya tenían sus propias cátedras de estudios orientales, al abrigo de esta ciudad de Roma[b] se erigieron algunos institutos más preparados, a modo de seminarios para algunos pocos alumnos de esas mismas naciones que, diligentemente provistos de todos los conocimientos de la doctrina, pudieran salir al campo bien preparados para sostener el combate en buena lid. De ahí, en primer lugar, la construcción en Roma de monasterios y colegios para griegos y rutenos, luego la construcción de casas para maronitas y armenios.

  1. Por sugerencia y exhoratación de Ramon Llull
  2. En el original latino, in hac almae Urbis.
  1. Denifle-Chatelain, Chartul. Univ. Paris., t. II, n. 695.