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cia el alerta! que se dan los sentidos, cercano ya el momento de la invasión de la luz. ¡Qué sueño tan profundo el de aquella naturaleza! Hermosa, potente, rebosante de gracia, salud y gallardía, era, sin embargo, como la sombra de, una mujer, porque la faltaba la chispa animadora de la sensualidad que cabrilleara en sus ojos como un reflejo en un diamante, el átomo bullidor e inquieto de los desasosiegos carnales que alboiozado y punzante corriese por sus venas, produciendo esos estremecimientos del pudor ofendido, que son como la agitación de la materia poseída de un ensueño de embriaguez. Detrás del alba cortina de está pureza sensual se diseñaba el contorno de Venus.

XI

¡Flat lux!

Una vez estuvo detenido delante de la puerta del casetón un muchacho que no tendría los veinte años, pero de rostro tan serio, que podía decirse que desde el cuello al pelo era viejo, y del pecho a los pies joven. Llevaba en la cabeza la gorra distintiva de los empleados de la Compañía del ferrocarril, y envolvía su alta estatura en ur carrik gris, con embozos de felpa negra, tan traídos como llevados. Una sombra de barba bosquejábase en sus mejillas, y encima del labio el bigote trazaba una curva lánguida como es la del