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EL VALS DE CALIXTO Calixto era un viejo, auxiliar en la Bibliotecadel arcaico lugarón de Muriedro. La edad le había quitado la esbeltez y la gracia que dicen que tuvo.

Era delgado, con un rostro cetrino comparable a una máscara de bronce moldeada sobre las facciones del dolor. Ahora está en la sección de infolios y pergaminos arrugados, puesto siempre delante de un facistol movible, en el que se renuevan grandes pedazos de rugoso cuero amarillo llenos de letras rojas que parecen heridas abiertas en la historia, por las cuales sangran aún los héroes muertos de que en ellas se habla. Calixto traduce al castellano aquellos cronicones antiguos donde se elogian las más brutales carnicerías y se ensalza a los más crueles carniceros. Calixto es un sabio de esos que sólo saben lo que pasó, y para quienes es el porvenir, algo brumoso y desconocido, una batalla de nubes sobre un abismo.

Cuando yo fuí a verle, el sol se ponía y era una tarde de octubre. Caía lentamente la luz, volvien-