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Este es el que buscamos.

—Deténganse ustedes añadió el otro guardia civil.

—No—repuso su compañero señalándome—. Usted puede seguir su camino; éste es el que nos llevamos.

—A mí?—preguntó con susto Andrés.

—Sí, a ti—replicó uno de los guardias.

Y sin más miramientos apeáronle del caballo y le maniataron bonitamente.

—Sepa usted, caballero—me dijo un guardia—, que este desdichado es un loco que se ha escapado esta mañana del Hospital de Salamanca.

Profunda tristeza me causó la desgracia de aquel pobre joven, y no queriendo ser testigo de ella por más tiempo, piqué espuelas a mi caballo y partí al trote.

Allí se quedó él sin ventura, gritando a voz en cuello:

—¡Venturiela, Venturiela! Espérame, que yo he de ir a buscarte.

Mayo, 1879.