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cía, echa de sus cepas este zumo que contrarresta el tiempo. Si cae una gota de este vino en un sepulcro, oiréis bajo la tierra el desperezamiento de los esqueletos que se incorporan y recobran la vida. Un chorro de este vino, arrojado al aire, le ilumina. ¡Es el ascua y la luz, el aroma y el gusto, la vida y la inteligencia, la dicha y el amor! Bebed y besad... ¡Qué alegría difunde! El alma se rejuvenece, el desengaño se aleja, volando con sus negras alas de pajarraco agorero... ¡El desengaño!

Ese es el buitre de Prometeo... La noche de mi vejez se ilumina de mil puntos brillantes. Las pupilas de Flérida chispean enamoradas ante las mías... El amor me mece en sus brazos... ¡Ah!, ¡ah!, ¡ah!... Me parece un niño arrastrando un esqueleto... ¡Los ojos de Flérida! Nuestro divino Meléndez lo dice:

Si evitan, arteros, encontrar los míos, sus falsos desvios me son lisonjeros.

Negándome fieros su dulce favor, tus lindos ojuelos me matan de amor.

145 —Prefiero a Noroña—afirmó el príncipe de Antuerpia, levantando su lomo jorobado—. Ese es mi poeta. Oíd:

Cuando miro, Fernando, congregadas las huestes sobre el llano...

—¡Abajo Noroña!—dijo el más joven de los or 10 RELACIONES.

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