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VI

Liberación.—Alma que ilota, burbuja de alcohol.

Consta de nuestras investigaciones que aquella noche anduvo la opinión pública de Villahonda muy preocupada por el inexplicable suceso de que no doblasen las campanas en tan señalada fiesta cristiana sino breves momentos, y que corrieran diversos rumores poco favorables a Basilio; pero cuando a la mañana siguiente tampoco se tocó al alba ni a misa, ya a las diez, el cura en persona subió a la torre, seguido de monaguillos y demás cohorte sacristanesca, para ormarse del extraño silencio de las campanas; el señor cura encontró en la torre el sombrero de Basilio, y al entrar en la habitación de éste, ofrecióse a sus espantados ojos espectáculo atroz y lastimoso. En la revuelta cama yacía la tía Requiescat, con el cuerpo hinchado y ennegrecido, la boca abierta, mostrando las obscuras y desdentadas encías, y los párpados amoratados; en el suelo, blanca, pálida, Leandrilla, la pobre Leandrilla. Parecía una estatua de mármol. Tenía las manos cruzadas y los exangües labios dulcemente contraídos. El alma de Leandra, al escaparse al cielo, habíase despedido de la que fué su persona visible con una sonrisa.