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benignos. Así, puedes decir que has hecho tu fortuna, pues acá vivirás como de la familia. Precisamente hoy había encargado a tu tío buscara una mozuela que me ayudara a subir cántaros y al trajín de la casa...; conque tú desempeñarás estas obligaciones... porque yo me siento muy mala, y no estoy para el trabajo.

Y era verdad que la tía Resquiescat se sentía agobiada bajo el peso de una rara enfermedad, nacida indudablemente del abuso del vino y de su endiablado humor; cosas las dos que acabaran con la salud de una roca, cuanto más con la de flaco ser humano. Esta circunstancia, y no otra, decidió a la tía Requiescat a admitir a la sobrina, que caída del cielo le venía para cuidarla en sus dolencias.

Sí... caída del cielo, porque Leandrilla era un ángel con figura humana.

. ¡Qué rostro el suyo tan apacible, qué hermosos sus ojos, no menos azules que el firmamento! El cabello, abundante y rubio, formaba sobre las sienes de la niña un encaramado moño de apretadas trenzas; la carita, redonda y animada, parecía despedir un fulgor angélico; la voz sonaba como deben sonar las músicas del Edén. En su presencia, y a su lado, experimentábanse ambiciones ignotas de bienes que aquí no es posible conquistar; nacíanle alas al espíritu, y volaba, volaba, guiado por aquel ángel, no sé dónde, muy lejos, más allá de las estrellas.

Habfa' cumplido Leandra los doce años; era alta,