Página:Relaciones contemporáneas - Ortega Munilla (1919).pdf/117

Esta página no ha sido corregida
111
 

donde vivían tío Braulio y tía Requiescat, desde las negras paredes hasta los muebles viejos y hundidos que llenaban el inmundo zaquizamí, nido de águilas habitado por mochuelos.

La curiosidad que nos inspiraron ambos personajes, y el deseo de referir su historia, nos han llevado a practicar minuciosas disquisiciones, de las que hemos sacado, entre otros datos, el de que a fines del mes de junio de 1853 llegó a Villahonda, caballera en un jumento, cuya jáquima guiaba un arriero, cierta muchacha aún no entrada en años núbiles, que traía por todo equipaje una funda de almohada rellena de algún vestidillo o par de enaguas y zapatos, y una carta con sobre en que se leía el nombre del tío Basilio. Era sobrina suya, hija de un hermano que murió media semana antes, y que, dejando sola a la niña, se la recomendaba al tío Basilio, pidiéndole por Dios que no la abandonase a los duros trances de la vida. Consta asimismo de nuestros datos que el campanero leyó la carta sin derramar una lágrima; consultó a su mujer, y después de un animado debate en refunfuños sostenido entre ambos, se expresó la tía Requiescat en estos términos:

—Di, chica, que has nacido con suerte (¡y acababa de morir su padre!), pues llegas a puerta donde se albergan dos buenos corazones, que no han de consentir en que revientes de hambre y frío. Tu padre ha obrado muy mal al mandarte a que te mantengan los que no te engendraron; pero ya que él fué imprudente, seamos nosotros