xarcias, y de las nuestras camisas, velas, y de las sabinas que alli auia hezimos los remos que nos parescio que era menester. Y tal era la tierra en que nuestros peccados nos auian puesto, que con muy gran trabajo podiamos hallar piedras para lastre y ancles de las varcas, ni en toda ella auiamos visto ninguna. Dessollamos tambien las piernas de los cauallos, enteras, y curtimos los cueros dellas para hazer botas en que lleuassemos agua. En este tiempo algunos andauan cogiendo marisco por los rincones y entradas de la mar, en que los indios, en dos vezes que dieron en ellos, nos mataron diez hombres a vista del real, sin que los pudiessemos socorrer, los quales hallamos de parte a parte passados con flechas, que aunque algunos tenian buenas armas no bastaron a resistir para que esto no se hiziesse, por flechar con tanta destreza y fuerça como arriba he dicho. Y a dicho y juramento de nuestros pilotos, desde la baya que pusimos nombre de la Cruz, hasta aqui, anduuimos dozientas y ochenta leguas, poco mas o menos; en toda esta tierra no vimos sierra, ni tuuimos noticia della en ninguna manera; y antes que nos embarcassemos, sin los que los indios nos mataron se murieron mas de quarenta hombres de enfermedad y hambre. A veynte y dos dias del mes de Setiembre se acabaron de comer los cauallos, que solo vno quedó, y este dia nos embarcamos por esta orden. Que en la varca del Gouernador yuan quarenta y nueue hombres. En otra, que dio al Contador y Comissario, yuan otros tantos. La tercera dio al capitan Alonso del Castillo y An-
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