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niente de thesorero, arremetió con vn puñal en la mano diziendo. No creo en tal si al rey mentays, sino os saco el alma. Y aunque el gouernador es- taua anisado que no lo dixesse en aquel tiempo porque estauan determinados de le matar, porque era palabra muy escandalosa para ellos y para los que de parte de Su Mag-estad le tirassen de sus manos, porque estauan todos en la calle, y apar- tándose Garcia Vanegas vn poco, torno a dezir las mismas palabras, y entonces Garcia Vanegas arre- metió al gouernador con mucha furia y púsole el puñal a la sien, diziendo. No creo en tal (como de antes); si no, os doy de puñaladas; y diole en la sien vna herida pequeña, y dio con los que le lleuauan en los bracos tal rempuxon que dieron con el go- uernador y con ellos en el suelo y el vno dellos perdió la gorra. Y como passo esto, le llenaron con toda priessa a embarcar al vergantin y ansi le cerraron con tablas la popa del, y estando alli le echaron dos candados que no le dexauan lugar para rodearse, y assi se hizieron al largo el rio abaxo. Dos dias después de embarcado el gouer- nador, ydo el rio abaxo, Domingo de Yrala y el contador Phelippe de Caceres y el factor Pedro Dorantes juntaron sus amigos y dieron en la casa del capitán Salazar y lo prendieron a el y a Pedro de Stopiñan Cabera de Vaca y los echaron prisio- nes y metieron en vn vergantin y vinieron el rio abaxo hasta que llegaron al vergantin a do venia el gouernador y con el vinieron presos a Castilla. Y es cierto que si el capitán Salazar quisiera, el gouernador no fuera preso, ni menos pudieran sa-