mandó fundar allí la villa de Ontiveros, y en el año 1557 la de Ciudad Real, en la confluencia de los ríos Paraná y Pequiri. Poco después falleció Irala, cuando contaba unos setenta años de edad. Conquistador de ánimo infatigable y de serenidad nada común, dejó en el Paraguay profundas huellas de su administración, é hizo no poco por la colonización de aquel país, aunque deslustró su conducta con algunas crueldades, disculpables en tiempos tan agitados como fueron los suyos.
Tanto Pero Hernández en los Comentarios, como Alvar Núñez en su Relación, atribuyeron á Domingo de Irala y á sus partidarios un espíritu maquiavélico, y aun criminal, con sus enemigos; desmanes y tropelías sin cuento con los indios; rapacidad suma y una falta absoluta de conciencia moral.
Que los desmanes cometidos por Domingo de Irala y sus secuaces con los indios fuesen ciertos, consta por varios documentos, cuya veracidad es bastante probable. Juan Muñoz de Carvajal escribía en una carta que “iban robando y destruyendo los indios, tomándoles sus mugeres preñadas y paridas, y quitando á las paridas las criaturas de los pechos„. Martín González decía en otra á Carlos V, que los partidarios de Irala “como fuego quemavan y abrasaban toda la tierra por do yvan, en quitalles [á los indios] sus mugeres, hijas, hermanas y parientas, dado caso que estuvieren paridas, y las criaturas á los pechos, las dexavan y echavan en los suelos y se llevavan y trayan las madres„. Añade que muchas indias, “con el deseo de sus hi-