como si fueran naturales suyos nascidos y criados en España. Y desta manera caminando (según di- cho es) fue Nuestro Señor seruido que a onze dias del mes de Margo, sábado, a las nueue de la ma- ñana del año de mil y quinientos y quarenta y dos llegaron a la ciudad de la Ascensión, donde halla- ron residiendo los españoles que yuan a socorrer, la qual esta assentada en la ribera del rio de Para- guay, en veynte y cinco grados de la vanda del Sur, y como llegaron cerca de la ciudad salieron a recebirlos los capitanes y gentes que en la ciudad estañan, los quales salieron con tanto plazer y ale- gria que era cosa increj^ble. Diziendo que jamas creyeron ni pensaron que pudieran ser socorridos, ansi por respecto de ser peligroso y tan dificultoso el camino y no se hauer hallado, ni descubierto, ni tener ninguna noticia del, como porque el puerto de Buenos Ayres,.por do tenian alguna esperanza de ser socorridos, lo auian despoblado, e que por esto los indios naturales auian tomado grande osadia y atreuimiento de los acometer para los matar, mayormente auiendo visto que auia passa- do tanto tiempo sin que acudiesse ninguna gente -española a la prouincia. Y por el consiguiente el gouernador se holgó con ellos y les hablo e resci- bio con mucho amor haziendoles saber como yua a les dar socorro por mandado de Su Magestad. Y luego presento las prouisiones y poderes que lle- uaua, ante Domingo de Yrala, teniente de gouer- nador en la dicha prouincia, y ante los officiales. Los quales eran Alonso de Cabrera, veedor, natu- ral de Lora; Phelippe de Caceres, contador, na-
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