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VIII

Culiazan[1], parecen fidedignos; en los restantes hay cierta vaguedad geográfica, efecto acaso de no tener Alvar Núñez espíritu de observación; costumbres que no solían verse en las naciones bárbaras de América, como es robarse unos pueblos á otros, á ciencia y paciencia de los despojados, y un supersticioso concepto del hombre blanco, llevado á la mayor exageración que se ha visto en alguna tribu salvaje del mundo; no es esto, ni mucho menos, impugnar lo que refiere Alvar Núñez, que en líneas generales quizá sea cierto, aunque su imaginación de andaluz amplificase los detalles. Compárense en prueba de ello las costumbres de los indios de Nuevo México, región más extensa en el siglo XVII que lo es ahora, y cuyos habitantes se asemejaban no poco á los de Tejas y la Luisiana; descríbelas así D. Juan de Villagutierre y Sotomayor:

"Son los yndios de aquellas tierras, asi los barones como las embras, de buena y proporzionada estatura; robustos, lijeros, y bien dispuestos, y comunmente, agraziadamente afectados; alegres y no de obscuro entendimiento, y todos los poblados eran, y aun lo son, mui amigables y vien partidos de todo lo que tienen, los unos con los otros, aunque es berdad que no dejaron de tener guerras y enemistades entre sí, pero esto a sido y es quando

  1. De la expedición de D. Pedro Almendes Chirinos al río de Yaquimí y de su encuentro con Cabeza de Vaca y sus compañeros, habla D. Matías de la Mota Padilla en su Historia de la conquista de la provincia de la Nueva Galicia.—México, 1870.
       Cap. XV.