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jos del Sol. Dorantes y el negro hasta alli no auian curado, mas por la mucha importunidad que teniamos viniendonos de muchas partes a buscar, venimos todos a ser medicos, aunque en atreuimiento y osar acometer qualquier cura era yo mas señalado entre ellos, y ninguno jamas curamos que no nos dixesse que quedaua sano, y tanta confiança tenian que auian de sanar si nosotros los curassemos, que creyan que en tanto que nosotros alli estuuiessemos ninguno dellos auia de morir. Estos y los de mas atras nos contaron vna cosa muy estraña, y por la cuenta que nos figuraron parescia que auia quinze o diez y seys años que auia acontescido, que dezian que por aquella tierra anduuo vn hombre que ellos llaman mala cosa, y que era pequeño de cuerpo y que tenia baruas, aunque nunca claramente le pudieron ver el rostro, y que quando venia a la casa donde estauan se les leuantauan los cabellos y temblauan y luego parescía á la puerta de la casa vn tizón ardiendo e luego aquel hombre entraua y tomaua al que queria dellos e dauales tres cuchilladas grandes por las hijadas con vn pedernal muy agudo, tan ancho como vna mano e dos palmos en luengo, y metia la mano por aquellas cuchilladas y sacauales las tripas, y que cortaua de vna tripa poco más o menos de vn palmo y aquello que cortaua echaua en las brasas; y luego le daua tres cuchilladas en vn braço, e la segunda daua por la sangradura y desconcertauaselo, y dende a poco se lo tornaua a concertar y poniale las manos sobre las heridas; y deziannos que luego quedauan sanos, y que muchas vezes