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RETABLO

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“Y con la ayuda de Dios,

la tierra, el viento y el agua, crecían y se torcian

lo mismo que verde llama. Quizá le asistió la gloria

de una asoleada mañana,

de aquellas que San Francisco llamaba en su lengua: “Hermana” o la tierra era muy negra;

tal vez el agua muy clara,

o aquel rincón muy profundo o aquella cumbre muy alta; pero a los tiernos pichones, crecieron tanto las alas,

que con andar de palomas ensayaban vuelo de águilas. Hoy a la sombra propicia

de tan benéficas palmas, crece una humilde capilla

en devoción de mil almas; prospera un santo retiro: escuela — convento y casa —

con su patio solitario, y