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(NUM. 3.)

Soberano Sr. — Son tan dificiles las circunstancias en que se encuentra el Estado, como son en mi juicio insuficientes las medidas que se tocan, para remediar los males que lo afligen. Se sienten ya fatalmente los estragos de la gutrra intestina: y, cuando es un deber de Vuestra Soberanía atajarlos á cualquier costa, no lo es menos buscar los medios fuera del círculo ordinario.— Que callen por esta vez en el ánimo de Vuestra Soberanía la voz de la justicia, y los sentimientos generosas de amistad y de delicadeza, para hacer lugar al eco penetrante de la pública conveniencia, que pide paz interior. En vano será inventar arbitrios para la armonía sino se destruyen los elementos que forman la discordia. Los altos destinos, que he ocupado, han dejado sobre mí rencores, y venganzas: y las consideraciones públicas que se me tributan, infunden sobresalto y recelos de un porvenir desgraciado á los que me odian ó me temen. Es infelizmente demasiado grande el numero de éstos; y, ¿será prudente, será político sacrificar á mi sola quietud la seguridad de muchos hombres, que si atentan con tenacidad contra el gobierno, es tal vez solo porque el gobierno me honra, y me sostiene? ¿Habrá de sufrir el Estado convulsiones de muerte por la comodidad de uno solo de sus miembros? No señor: la patria pide concordia; y yo debo dársela á la patria en la parte que esté á mis alcances. Es visto que mi presencia irrita; y es visto también que mi separación es necesaria á la política interior del Estado: débame el país este sacrificio mas.— Yo he resuelto pues dejarlo por el tiempo que sea necesario á la quietud pública; y por el que baste á que mis enemigos personales se tranquilicen. Pero, como no me aleja el crimen sino un exceso de amor al órden, debo esperar que Vuestra Soberanía autorice mi salida de un modo decoroso, y capaz de dejarme abiertas las puertas, para volver algún dia á esta patria que me dió vida, que me cuesta tantos cuidados y sacrificios, y que amo sobre todas las cosas de la tierra. No trepide Vuestra Soberanía en tentar esta medida, pues yo mismo le presento la ocasión, para salvar el conflicto en que hoy advierto el recto ánimo de Vuestra Soberanía; ni tema Vuestra Soberanía la crítica exterior, pues todos los imperios hacen sacrificios á su conveniencia. Yo sabré ademas sostener por todas partes el crédito de las autoridades de mi país: y haré votos constantes por el acierto y prosperidad de Vuestra Soberanía.— Buenos Aires, 31 de enero de 1820.— Soberano Señor.— Juan Martin de Pueyrredon. — Soberano Congreso de las Provincias Unidas del Rio de la Plata.


(NUM. 4.)

El presidente del Soberano Congreso en esta fecha me comunica la soberana resolución que sigue. "En la sesión del dia, el congreso ha resuelto, que conviene á la tranquilidad pública, salgan fuera del país el ministro de Estado en el departamento de gobierno Dr. D. Gregorio Tagle, y el brigadier general D. Juan Martin de Pueyrredon hasta que mejoradas las circunstancias puedan restituirse libremente al seno de su hogar, ó llamados que sean, vengan a responder á los cargos, que se les tengan de hacer. De órden soberana lo comunico á V. S., para que por su parte lo haga al expresado brigadier general D. Juan Martin de Pueyrredon." Y lo transcribo á V. S. para su conocimiento y efectos consiguientes; sirviendo este de suficiente pasaporte.— Dios guarde á V. S. muchos años. Buenos Aires, 31 de enero de 1820.— Cornelio de Saavedra.— Señor brigadier general D. Juan Martin de Pueyrredon.


Contestación.

Queda obedecida la soberana resolución del dia de ayer comunicada por V. S., en que se me ordena mi salida del país, por convenir asi á la pública tranquilidad. Yo seré feliz en todas partes, si mi sacrificio es el último, que asegure el órden interior del Estado.— Dios guarde á V. S. muchos años. En la rada de Buenos Aire, á 1º. de febrero de 1820.— Juan Martin de Pueyrredon.— Señor brigadier general, gefe del Estado Mayor general.

Pueyrredon.