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No es mi intento ahora hacer ostentación de las ventajas que reportó el estado en los años que yo ejercí el poder supremo. Saben bien todos mis compatriotas, que la discordia y la anarquía despedazaban á las provincias; que ejércitos numerosos amenazaban por distintos puntos nuestra destrucción; que los nuestros estaban casi disueltos por rebezes anteriores; que la pobreza pública nos afligía; que no se encontraban elementos para nuestra defensa; y que aun los mas animosos desconfiaban de todo remedio, cuando el voto unánime del congreso nacional me encargó del mando supremo el 3 de mayo de 1816. No es menos constante que, al dejarlo el 10 de junio de 1819, restituí el estado en un órden y armonia admirable: dos ejércitos enemigos destruidos totalmente del otro lado de los Andes, y prisioneros en nuestro poder hasta sus primeros generales: otro repulsado repetidas veces, y siempre bien escarmentado en las gargantas del Perú; un reino entero conquistado y restituido á nuestros hermanos de Chile: parques ricamente abastecidos: armas y municiones abundantes para muchos años: establecimientos literarios: cuarteles de elegancia y comodidad construidos para la guarnición de la capital: la deuda interior minorada estraordinariamente, sin haber contraído ninguna esterior: y en suma; yo devolví un estado con importancia interior, y con un crédito exterior, superior á todo concepto. Mi objeto solo es, desmentir la aleve calumnia, con que el señor Everett, contándome ya entre los muertos, ha injuriado mi nombre en su carta al ministro español, publicada en un periódico de esta capital; y es este objeto único el que me ha forzado a presentar en bosquejo el cuadro que formó el tiempo de mi administración, como un antecedente eficaz para desmentir la impostura.

Ocho meses habian corrido desde mi separación del directorio, cuando tuvieron lugar los escandalosos sucesos del año 1820: de ese año en que se vieron entronizados la impostura, la licencia y el vicio: año de desenfreno, de disolución y de ruina: de ese año para siempre funesto á la memoria de los amigos de la libertad. Yo habia sido zeloso y constante defensor del órden; y debí temer los efectos del desorden, promovido y sostenido por esos mismos hombres, á quienes yo habia hecho sentir el peso de la autoridad. En aquella crisis violenta resolví ponerme fuera del alcanze de sus venganzas, como lo hicieron centenares de hombres respetables; y, para realizarlo honorosamente, pasé al congreso la nota que aparece con el número 3, y que me fue contestada con el 4 y siguiente.

¿Si será de la historia de este periodo de desgracias y de descrédito para la República, que habrá tomado su origen la impostura del señor Everett? Mas ¿cómo presumir que el ministro de una nación americana