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El ministro ingles oyó á mis comisionados, y les ofreció todos los aucsilios que fuesen necesarios á su intento. La noticia de los movimientos de algunas provincias de España contra las armas francesas debió obligar á mis comisionados á suspender sus gestiones; y en efecto, regresaron á España para darme cuenta del resultado.

A virtud de la órden que me habia sido comunicada por el gobernador de Cádiz, regresé yo á Madrid en los primeros días del mes de junio. Fui inmediatamente llamado por el embajador francés, Mr. Laffore, principal agente y director de aquella artificiosa maniobra. Desaprobó mi salida de la corte: me hizo ofertas lisongeras para mi ciudad: y me previno, que me dispusiese para ir al congreso de Bayona. Yo satisfice á lo primero con la moderación propia del momento; pero me escusé del viage á Bayona, esponiendo no estar autorizado por mí poderdante. Todo me fue allanado, diciendo que el gobierno me daría las facultades y demas necesario.

Apenas se habían pasado ocho días, de inquietud y sobresalto para mi por el prudente temor de que mis gestiones con el ministerio ingles llegasen á noticia de los usurpadores, cuando empezaron á sentirse en la corte los primeros rumores del movimiento de los pueblos contra los ejércitos franceses. La pena capital impuesta entonces á todo oficial, que fuese sorprehendido pasándose de Madrid á las provincias, no fue bastante á contenerme: y, despreciando el riesgo, mayor en mi por la doble calidad de ser representante de una capital de América, y por la circunstancia de haber sido llamado particularmente, salí segunda vez burlando su vigilancia.

La revolución de España no presentaba mas que los esfuerzos de la desesperación en los sacudimientos de la agonía: y en verdad que su resultado no habría sitio el que se vió, si sucesos de otro órden no la hubiesen favorecido. Esa misma revolución y el desórden, en que estaba envuelta la nación Española, favorecian poderosamente mis intentos: y, guiado únicamente de ellos, llegué segunda vez á Cadiz con un viage interrumpido y dificil, por evitar las divisiones francesas, que ocupaban la Castilla, la Mancha, y parte de las Andalucías, puntos precisos á mi tránsito.

A mi llegada á aquel puerto supe la procsima salida de un buque para Buenos-Aires; y por él dirigí las comunicaciones que se encuentran con los núms. 1 y 2: algunos dias después realizé en efecto mi embarque para el Rio de la Plata.

El desórden de la España había motivado el de algunos puntos de América. La opinión de las autoridades del virreinato de Buenos-Aires estaba dividida, y habia producido actos ruidosos. [1] El gobernador de Montevideo había negado obediencia al Virrey, y había establecido una junta á imitación de las de España.

  1. El de primero de Enero de 1809 entre el Virrey Liniers y la Municipalidad.