El Catolicismo hizo ya su época: está en decadencia y asistimos ya á su agonía; esto se dice tambien.
¡Pobre humanidad! ¿Quiere decir que se há esterilizado la obra de Dios, el sacrificio de Jesucristo y de los Santos Mártires? ¿El amor á Dios, las virtudes, la pureza, la virjinidad, el amor al pròjimo, la penitencia, el apostolado y la oracion no han tenido mas fundamento que una ficcion? ¿Una ficcion derribó la idolatria, puso término à la esclavitud, restableció la dignidad de la mujer, civilizo las naciones, llenò el mundo de templos, de hospitales, de monasterios, de universidades, de monumentos? . . . . .
Ingratos! los sentimientos que pueden tener de moral, virtud, y amor, los deben ùnica y exclusivamente á la religion cuya decadencia y muerte desean y proclaman!
¿Pero que ganarian con la muerte del catolicismo?
¿Entronizar las máximas disolventes y perniciosas en reemplazo de verdades eternas y de una moral sublime?
Convengamos que si ese cambio hubiera de producirse estariamos muy lejos de la civilizacion, y nunca seria mas necesario el catolicismo para redimirnos de la barbarie, puesto que su insignia es la Cruz y esta, el estandarte de la civilizacion segun la expresion de Chateaubriand.
Para que se vea cuan necesario es y será á los pueblos conservar siempre con mayor anhelo el amor de Dios y el respeto á sus santos preceptos, véase lo que pasa en Francia donde se trabaja à todo trance para destruir la religion. Resulta que allí toma la inmoralidad proporciones gigantescas. Consultemos lo que dice la estadística criminal!
Los ultrajes á los funcionarios públicos se calcula-