rable Sociedad; ella no tiene secretos para nadie, no usa de símbolos ambíguos para deslumbrar al profano y labrar en las sombras la ruina de los pueblos. Su fin no es el de propagar la corrupcion sino el perfeccionamiento del hombre por la pràctica de la virtud.
Otro de los buenos elementos que contamos entre nosotros es la « Sociedad Cosmopolita de la Juventud Católica ».
Los jóvenes que la componen, firmes en su fé y ejemplares en sus costumbres, arrostran el despotismó del respeto humano.
Ellos no retroceden ante la ridícula sátira del liberal que conculca los principios de libertad de que tanto hace alarde, no respetando la mas sagrada de las libertades.
Inspirados en la oracion y el sacrificio, principios fecundos de grandes empresas, no solo se preservan de la seduccion del error y del vicio, sino que animados de la caridad, se confortan y auxilian mutuamente, difunden los buenos principios y promueven la enseñanza religiosa en la medida de sus fuerzas.
Esta sociedad es un antídoto contra las malas compañias que tantas víctimas causan en la juventud y por eso todo jòven que en algo estime el aprecio de las gentes honradas y el honor del nombre que lleva, debe ingresar à ella, porque alli encontrarà buenos ejemplos y buenos amigos.—
Acabamos de referinos a las Sociedades que movidas por el espiritu de caridad empeñan sus esfuerzos Y elementos en procurar el órden, la moralidad el bienestar y el progreso; y reputamos deber nuestro, dedicar una palabra à las ideas perniciosas que nos invaden y que pueden calificarse con mucha propiedad de llagas sociales.