Ya lo hemos dicho muchas veces, no podemos negar que hemos hecho grandes progresos materiales en la educacion comun; pero si aplicamos las reglas que nos ha dado Balmes, para estudiar esos pregresos, encontramos un espantoso retroceso en nuestra educacion moral.
Propender á formar individuos que sean émulos de Juan Jacobo Rousseau y de Voltaire, no es educar al pueblo, es por el contrario encaminarlo hacia la barbarie inteligente, es condenarlo á los males sin cuento que trae consigo el estravio de las ideas y del corazon; es darle una educacion semejante a la de aquellos barbaros que escribieron con sangre de inocentes, en malhadada hora para la Francia y para el mundo: « No tenemos necesidad de oraciones para llevar nuestros muertos al hoyo y nuestras mujeres al amor.»
Esta frase, credo de aquella gente perversa, es demasiado elocuente, no necesita comentarios, porque es el colmo del cinismo y de la depravacion.
Parecerá que exajeramos, pero ese camino llevamos con el sistema de educacion que seguimos actualmente. Los mismos autores de esa propaganda antireligiosa que combatimos, retrocederian espantados si reflexionasen en los resultados que daràn sus doctrinas. Ellos no han pensado ni piensan en ese resultado, porque à pensarlo, no los creemos tan mal intencionados que no modificàran sus opiniones.
Retirar toda idea religiosa de la enseñanza no es educar. No digamos entonces que educamos; digamos que instruimos y detengamonos allí. Y detengamonos, porque una educacion como la que se dà en nuestras escuelas públicas, donde no solamente no se enseña religion sinò que si alguna vez se