sobre unos hechos que tanto interesan al porvenir de la humanidad.
Si tuvièramos que habérnoslas con hombres de la escuela de Voltaire, cuyo pensamiento dominante fuese el cubrir de ridículo la Religion, y perseguirla sin cesar hasta las ùltimas trincheras, perderia fuerza nuestro argumento, porque entonces se podria decirnos: «Defendeis la necesidad de la Religion como elemento indispensable para el saludable desarrollo de la inteligencia, y para apoyar vuestro aserto echais mano de los funestos resultados que acarrea una enseñanza basada sobre el odio a la Religion. Este raciocinio no es lógico, porque todavía no se ha ensayado un sistema que sin tener por base principal la Religion como vosotros pretendeis, no estribe tampoco sobre el odio á la religion: si el ensayo de este sistema produjere malos resultados, entonces, y solo entonces habreis llegado à la consecuencia que os proponíais deducir.» Afortunadamente para nuestro objeto, no puede dirijirsenos esta reconvencion, porque solo nos proponemos examinar los resultados del sistema de instruccion popular planteado en 1833 por el señor Guizot; y es bien sabido que Guizot, sean cuales fueren sus ideas y tendencias religiosas, està muy léjos de simpatizar con Voltaire.
Guizot, llevado de su celo por la propagacion de las luces, pensó sin duda hacer un inmenso beneficio á la Francia inundándola de escuelas; creyendo que serian abundante semillero de cilivizacion. La estadistica va echando por tiena las previsiones del filòsofo; y a buen seguro que á estas horas no deja de mirar con ojos azorados el fruto que va produciendo su obra, y que empieza à desconfiar de las bellas ilusiones à que se entregaba, cuando dirijia á los maestros aquellas instrucciones, dignas, como todo lo que sale de su pluma, de ocupar un lugar distinguido entre los monumentos literarios. Pero si son bellas las páginas de la literatura y de la filosofía, la