polos, se rompe su eje, falta todo principio de regularidad y de órden, se hunde en el cáos. En el mundo moral hay sus leyes, como en el fisico; la inteligencia con su inquietud característica, su agitacion incesante, su actividad inagotable, su variedad infinita, representa el impulso en todas direcciones, el movimiento indefinido, sin regla, sin objeto; pero la moralidad es la ley de gravitacion universal, que todo lo arregla, lo tempera, la armoniza, constituyendo diferentes centros particulares, que à su vez reconocen otro centro universal, que es Dios.
Nada en el mundo carece de ley, y la inteligencia no puede estar sin ella: esta verdad no quiso reconocerla la filosofia del siglo pasado; tampoco la reconoce lo bastante la filosofia del siglo presente; y por esta causa ni una ni otra conocen à fondo lo que es una religion: por esta causa no comprenden la profunda sabiduria entrañada en el principio de autoridad, base fundamental del Catolicismo; por esta causa desconocen ambas al hombre y à la sociedad, impulsan sin direccion fija, sin tino, proclamando un desarrollo sin regla, un movimiento al acaso una libertad mil veces explicada, nunca entendida. El catolecismo, tan profundo en sus miras como prudente en su conducta, penetrado de la insuficiencia de la razon humana, y de cuán peligroso es dejarla abandonada á sus propias fuerzas, no se contenta con afianzarla con el àncora de la autoridad, sino que, tomando en brazos al hombre desde su mas tierna infancia, procura imbuir su entendimiento de ideas religiosas, de manera que todos los demas conocimientos que se le comuniquen, le encuentren ya preparado: así consigue que siendo la Religion el primer licor que se ha derramado en el vaso tierno, conserva este por mucho tiempo la primitiva fragancia. Este sistema tan cuerdo, tan sábio, tan altamente social, se le ha designado con los nombres de monástico, clerical, y otros por este tenor, y se