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de ser explotada, pues que el hombre puede morirse de hambre entre montones de oro. Comparad países con países, tiempos con tiempos, y la verdad resalta tan clara que se hace inútil insistir en probarla.

Para comprender completamente el influjo de la inteligencia sobre la civilizacion conviene ademàs observar, que será muy poca su eficácia si no procura hermanarse con algunos intereses que sean poderosos en la sociedad, ò no estuviere trabada con ideas é instituciones de grande influencia y ascendiente sobre el ànimo de los pueblos. La inteligencia dirige, pero no ejecuta; es la cabeza, que necesita el brazo. Algunas épocas notables de la historia serviran de aclaracion y apoyo à esta verdad.

En los siglos medios, cuando todo el saber quedó concentrado en la clase eclesiástica, y particularmente en la regular; cuando solo los clérigos sabian leer y escribir, y los monjes con asiduo trabajo é infatigable perseverancia trasmitian á las generaciones venideras los sucesos que iban ocurriendo, y los restos del antiguo saber, formando los anillos de esa cadena que une a la inteligencia moderna con la antigua, tenia la clase eclesiastica el mayor ascendiente sobre el ànimo de los pueblos, llegando á pasar à sus manos la direccion en todos los negocios. Pero ¿por qué la inteligencia del clero era tan fecunda y poderosa? ¿lo era por sí sola? es bien cierto que no: y à poco que se reflexione se echará de ver que lo debia en gran parte à su intimo enlace con las ideas religiosas, à la sazon tan prepotentes; que lo debia à su trabazon con instituciones que, miradas por los pueblos como descendidas del cielo, eran objeto de una velleracion y acatamiento sin límites. Todavia mas: aquella inteligencia se hermanaba admirablemente con todos los intereses de la sociedad; era un gérmen fecundo de establecimientos de beneficencia, de progreso en la legislación, de mejoras administrativas, de organizacion social en