ducente ál bienestar; y la extraña paradoja sostenida por Rousseau en la Academia de Dijon en contra de las ciencias con respecto á la moral, nos parece muy digna de ser la primera del misantropo que en su delirio buscaba la virtud y la dicha en medio de las hordas salvajes. ¿Por qué habia de ser contrario à la moralidad el desarrollo de la inteligencia? La claridad del entendimiento ¿no ha de contribuir á que se vea la virtud mas hermosa y el vicio mas negro? Una sensibilidad mas fina, cual suele acompañar à un espíritu cultivado, ¿ha de ser con raria á la virtud, que se halla en tanta armonia con los sentimientos mas delicados del corazon? ¿los hombres mas grandes fueron acaso grandes criminales? La santidad infinita ¿no es la misma inteligencia infinita? Penetrad en el càos de esos siglos en que, por un conjunto de causas aciagas y de trastornos espantosos, la ignorancia habia tendido sobre Europa su negro velo; y à cada paso tropezareis con el asqueroso vicio revolcàndose à sus anchuras en medio de las tinieblas; à cada paso sorprendereis al crimen devorando sus víctimas en la oscuridad de las sombras. Pero renace el saber, y las costumbres se suavizan y se mejoran; todo cambia, todo se regulariza y se perfecciona; el escándalo y el crímen huyen pavorosos al asomo de la antorcha que esparce por do quiera sus claros resplandores, como al rayar la aurora azorado el criminal busca su guarida, y disipàndose la voluptuosa embriaguez de placeres culpables, corre presurosa la debilidad à ocultar su falta y su ignominia.
Si el desenvolvimiento de la inteligencia es saludable á la moralidad, no lo es menos al bienestar; bastando para convencerse de esto una consideracion bien sencilla: el bienestar en la sociedad resulta de la abundancia de medios para satisfacer las necesidades, y estos medios no se obtienen sin la inteligencia. La naturaleza es rica y abundante, pero ha