sino, ¿cómo es que al lado de los inmensos imperios del Asia merezca una atencion tan preferente la Grecia, que no es mas en comparacion que un pequeñísimo espacio, y que en la misma Grecia honremos tan particularmente á la Àtica, que no es mas que un punto? ¿Sabeis porqué? Porque en Grecia, y mayormente en la Àtica, vemos el desarrollo de la inteligencia, y en Asia el de la fuerza; vemos en Grecia una centella que fulgura, se agita y pasa, en Asia un coloso sombrio, firme, sí, pero inmòvil, silencioso como una estàtua; y tal es el generoso instinto de la humanidad, que en nada estima la duracion, en nada el grandor, cuando faltos de inteligencia, carecen de movimiento, de vida, de luz.
La Roma conquistadora del mundo, la patria de los hèroes, la ciudad de las costumbres austeras, era sin duda algo preferible à la Roma de Augusto, que embriagada de placeres empezaba á dormir el voluptuoso sueño precursor de su muerte; sin embargo, en la Roma antigua no vemos la civilizacion, en la de Augusto si: y es que en aquella hay mayor grado de robustez y de fuerza, en esta de inteligencia; sus brazos se enervan, pero su frente se anima; el corazon se corrompe, pero el entendiminto se ilustra; viene la muerte, es verdad, pero es en medio de un brillante festin donde perora la elocuencia, donde cantan los poetas, donde ostenta el arte sus maravillas, donde resplandece la inteligencia con vivísima luz, con hermosísimos colores.
Pero cuanto mayor es el interes inspirado por el desarrollo de la inteligencia, cuanto mas deslumbrante y fascinador es su brillo, tanto mayor cuidado es menester para no cifrar la civilizacion en ella sola; porque es un error grave, gravísimo, el pensar que la sociedad se perfecciona siempre que la inteligencia se desenvuelve. Y cuenta que de ningun modo tratamos de abogar por la ignorancia; cuenta que no la juzgamos ni saludable á la moralidad, ni con-