EPILOGO.
I
Hemos estudiado separadamente el estado de miestra inteligencia, el de nuestra moralidad y el de nuestro bienestar, para saber medir el grado de nuestra civilizacion por el grado que de cada uno de esos tres preciosos componentes hallásemos en nosotros.
Desde luego, nuestro bienestar, dadas nuestras condiciones de nacion jóven y convulsionada sin ccsar por disturbios intestinos, presenta un cuadro halagueño para el porvenir si entre nosotros la laboriosidad se despierta, el lujo mengua, la empleomanía se extingue y la educacion de la muger corresponde al alto destino á que la verdadera civilizacion la llama.
En cuanto á nuestro estado intelectual, no escasean tampoco entre nosotros inteligencias superiores, algunas de las cuales van por errado camino porque se apartan de D.os centro de toda sabiduria. La instruccion se difunde por todos las ámbitos de la República y pronto no habrá un solo argentino que no sepa leer y escribir; pero la instruccion se resiente entre nosotros de anti-religiosa y hemos demostrado cuán graves males nos esperan si no cambiamos de sistema.—
Respecto de nuestra moralidad no podemos vanagloriarnos de que la poseyamos en grado suficiente para llamarnos un pueblo verdaderamente moral.—