vacilantes, deshaciéndo hoy lo que hicieron ayer, restaurando mañana lo que destruyeron hoy. . . .
Pues bien, se os dirá, ¿á qué escuela perteneceis? ¿qué principios profesais? ¿En vuestro concepto ¿que es la civilizacion? La concebís en un circulo mezquino y apocado, en un horizonte tenebroso, en el sepulcral silencio, en la parálisis de la unidad? No, mil veces no; queremos actividad, queremos desarrollo de las facultades del hombre, queremos movimiento, pero que no vago, no convulsivo, no tumultuoso: gústanos una civilizacion variada, rica, pródiga de hermosura como la naturaleza, pero en que haya unidad y concierto; que sin embargar el movimiento, sin impedir el desarrollo, produzcan el bien, la belleza y la armonia.
Para determinar en qué consiste la perfeccion de la sociedad, para conocer cuándo los pueblos se civilizan ó no, cuándo avanzan ó cuando retroceden, es necesario que tengamos à la vista un tipo, ideal si se quiere, pero que nos servirà de punto de comparacion en el exàmen, de piedra de toque para fijar los quilates de toda civilizacion. Sin este tipo las ideas divagan, y al recorrer la historia de la humanidad, al examinar esa muchedumbre inmensa de acontecimientos, esa variedad infinita de hechos de distintos órdenes, de diferentes caractéres, de diversas tendencias, no es fácil encontrar una pauta para apreciarlos y calificarlos en sus relaciones con la civilizacion. Y no es que pretendamos amoldar los hechos al tipo, trastornando la naturaleza de las cosas, y trasformando en realidades las creaciones de nuestra fantasia, sino únicamante tenerle presente, para graduar en su vista el mérito de los hechos. Ese tipo nosotros le concebimos teniendo presentes los monumentos de la historia y las lecciones de la experiencia, la naturaleza del hombre y de la sociedad, y sobre todo las eternas leyes de órden y de moral impuestas al mundo por su Criador, y las san-