que pasen poquísimos años, y esa Grecia tan bella, tan brillante, tan activa, tan bulliciosa, la vereis postrada con el mayor desaliento, ora bajo la desdeñosa proteccion de Filipo, luego bajo la coyunda de Alejandro y de sus sucesores, hasta que aplastada bajo la mano poderosa de Roma, es reducida á polvo, y desaparece. Desarrollo individual y social habia en Roma cuando contaba en su seno hombres como Ciceron y César; y sin embargo, aquella sociedad no marchaba á la civilizacion, sino á la muerte. Lució para ella el bello siglo de Augusto, claridad fugaz á la víspera de noche tenebrosa, fatìdica sonrisa en los labios de un moribundo: pero con todo su desarrollo y movimiento, caminaba à pasos agigantados al amargo destino que le estaba reservado en un cercano porvenir: iba á postrarse á las plantas de los Calìgulas y Nerones, iba á perder hasta el recuerdo de sus glorias, iba á olvidar el sentimiento de su dignidad, iba à ser presa de la ignorancia y de la corrupcíon, iba á ser la befa y el escarnio de los bárbaros del Norte.
Bastante son de seguro los ejemplos que acabamos de citar, para que se vea cuàn vago, cuàn ambíguo es el sentido de ciertas palabras, que se emplean tan amenudo en semejantes materias; deduciéndose ademas cuán engañosas son algunas señales que se suelen tomar como indicio infalible de adelanto social, de verdadera civilizacion. Y sin embargo, esas palabras circulan como claras y determinadas, y esas señales se reconocen como incapaces de inducir á error, y para enseñar à los pueblos el camino de la civilizacion, solo se les dice: moveos, sin decirles cómo; marchad", sin decirles á donde. Y los pueblos se mueven, y marchan, pero adelantando muy poco, menos de lo que parece cleíble, porque su movimiento es convulsivo y su marcha circular. Fijad la vista sobre ellos, y ora atendais á las formas políticas, ora à la organizacion social, los hallareis dudosos,