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Aunque envidioso cubria
Cándido cendal su pecho,
¡Ay! yo ví como latia,
Y en mi amoroso despecho
¡Mal haya el cendal! decia.
Mostraba el pie sin cautela,
Y algo mas, la alegre saya;
Y, aunque soy buen centinela,
Aun decia yo: ¡mal haya
Tanta abundancia de tela!
La careta que llevaba
Apenas sus labios rojos
Como al descuido ensenaba,
Y dos rayos en sus ojos
Con que mil almas llagaba.
¡Cuán grato y suave su aliento
Llenaba de aroma el aire,
Mi corazon de contento!
¡Cuál brillaba su donaire
En el menor movimiento!