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Recordación Florida. 13

un abecedario curioso y fácil para hallar por él lo que se necesita de el archivo: y después, habiéndome hecho con este manejo más provecto y idóneo, ayudado con el curso del tiempo y la experiencia de él, escribí el Norte político, que señala la forma de todos los actos públicos y privados de mi cabildo; y con este continuado manejo de papeles, hallé en ellos cosas muy dignas de la memoria y de la fama, que se escondieron á los autores antiguos.

Fuera de que todos han pasado como por la posta en las cosas de este admirable Reino, gastando muy poco tiempo y muy pocos renglones en describirlo, siendo tantas las maravillas naturales, su amenidad y fértil producción, su opulencia en riquezas y frutos, y sus antigüedades materiales, que no tuvieron razón de pasarlas en silencio; bien que algunas, envueltas en las ruinas y los estragos del tiempo, pudieron escondérseles á la noticia por la distancia de las leguas y lo revuelto de aquellos tiempos, que aunque hoy están tan distantes de nuestra edad, el mayor manejo y trajín las han ido descubriendo, hasta dejarlas patentes y bien averiguadas; dejándolas sin rastro de duda ni recelo para lo que hoy puede escribirse. A que se agrega el que, en lo que escriben Gómara, Illescas y el obispo Paulo Jobio, como lo propone y asienta mi Castillo en el preámbulo preparatorio al lector, se apartaron de lo cierto y seguro de las noticias, como lo hace el reverendo obispo de Chiapa Fr. Bartolomé de las Casas escribiendo con sangre; y ahora nuevamente se defrauda en el primero capítulo de lo impreso. En lo que parece del borrador original, empieza el amanuense diciendo: «Bernal Díaz del Castillo, vecino é regidor de la muy leal ciudad de Santiago de Goathemala, uno de los descubridores de la Nueva España y sus provincias, y cabo después en lo de Honduras y Higueras, que en esta tierra asi se nombra, natural de la muy noble é insigne villa de Medina del Campo, hijo de Francisco Díaz del Castillo, regidor que fué de ella, que por otro nombre llamaban el Galán, y de Doña María Díez Rejón que hayan santa gloria,» etc.: y comienza el primero capítulo de lo impreso, sacado á luz por